Que Ricooo!
(Recetas Apetitosas)

 

 


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Jueves, 30 diciembre 2010

El Proyecto de las Hojas
(Cuento de Michelle Sjerps)

Hace muchos años, en la escuela de San Romeo, se encontraba Felicia muy feliz jugando al escondite, con su hermano Antonio. Ellos dos se llevaban muy bien, casi nunca peleaban y ambos eran respetuosos. El problema era que no tenían muchos amigos, porque se la pasaban jugando juntos en el recreo.

Los dos hermanos, estaban en 4° grado. Compartían clase juntos, y con sus compañeros.

Un día Frau Katherine, su profesora, organizó un trabajo en parejas sobre las hojas, podían hacer dibujos, cuentos,… etc. sobre ellas. Felicia y Antonio estaban emocionados por el proyecto, y ya estaban pensando en hacerlo juntos, cuando Frau Katherine anunció a la clase:

-Niños, yo sé que algunos de ustedes ya saben con quién trabajar, pero esta vez las parejas las hago yo. –

Los alumnos se quedaron asombrados del anuncio de la profesora, ya que cada vez que organizaba un trabajo, ellos podían hacer sus parejas o grupos.

Y Frau Katherine comenzó a hacer las parejas:

-Muy bien, la primera pareja será Antonio con Felipe.- Esto fue un asombro para ambos. – Después tenemos a Felicia con Angie, y a Sara con Manuel,…- dijo.

Todos los niños estaban felices con sus nuevas parejas, menos Felicia. Ella no conocía para nada a Angie, y estaba muy nerviosa pensando en cómo haría el proyecto con su nueva pareja.

De repente, Angie se acercó a Felicia y le dijo:

-Hola, me emociona mucho que hagamos el proyecto juntas. Lo haremos en mi casa, ¿te parece?- preguntó

-Sí, está bien.- dijo Felicia

-Ok, te recojo con mi mamá a las 8:00 a.m. mañana que es sábado. Adiós.- se despidió Angie.

Cuando Antonio y Felicia llegaron a la casa, sus papás ya tenían el almuerzo servido. Se sentaron a comer, y su mamá, Vanessa, les preguntó:

-¿Qué tal el colegio chicos?-

-¡Muy bien!- respondió Antonio.

Felicia se quedó pensando en cómo le iría mañana con el proyecto de las hojas.

-Felicia, ¿y a ti cómo te fue?- preguntó Pablo, el papá.

-Como siempre….- respondió.

-Frau Katherine nos dejó para hacer un proyecto sobre las hojas. Las parejas las hizo ella, y a mí me tocó con Felipe. Hablé con él, y me pareció buena idea que viniera mañana a casa, como a las 8:30 a.m.- dijo Antonio.

A Pablo y a Vanessa les pareció una buena idea lo del proyecto de las hojas, porque les ayudaría a los chicos a socializar más con sus compañeros.

-A mí me tocó trabajar con Angie, estoy muy nerviosa porque no la conozco lo suficiente. Ella me dijo que me pasaría a buscar con su mamá a las 8:00 a.m. mañana.- exclamó Felicia.

Y siguieron comiendo, mientras hablaban del tema. Llegó el famoso día para hacer el proyecto. Antonio se arregló y ordenó su habitación para cuando viniera Felipe. Estaba muy feliz y entusiasmado. Felicia bajó a desayunar, subió a lavarse los dientes y se arregló para a las 8:00a.m. irse junto con Angie y su mamá a la casa de ella.

Felipe llegó, saludó a los padres de Antonio, y subieron juntos a la habitación a comenzar el proyecto.

Y por último, llegó Angie con su mamá. Felicia se despidió de sus padres y se fue con ellas. El camino a la casa de Angie, era de 15 minutos. Por fin estaban en la casa. Subieron a su habitación, y Felicia le dijo:

-Mira Angie, casi no te conozco pero espero llevarnos bien durante el trabajo, ¿te parece si comenzamos a hacer unos cuantos árboles y le pintamos de otro color las hojas?- preguntó.

-Sí, por supuesto Felicia. Te cuento que yo también estoy nerviosa, pero estoy segura de que nos irá muy bien.- exclamó.

Duraron 30 minutos en hacer el proyecto. Les fue muy bien y les quedaron muy bonitos los dibujos. Felicia se quedó una hora más para jugar en la casa de Angie, y aprendió a socializar con sus compañeros.

Desde ese día Felicia y Antonio juegan en el recreo con sus compañeros de clase.

Michelle Sjerps

 

 

 

 

Jueves, 30 diciembre 2010

Nano y el Milagro
(Cuento enviado por Michelle Sjerps)

En un precioso y frondoso árbol nació un alegre y risueño gusanito llamado Nano, un habitante que dio mucho de qué hablar en el bosque. Y es que desde que nació, Nano siempre se ha portado distinto de los demás gusanos. Caminaba más despacio que una tortuga, tropezaba en casi todas las piedras que encontraba por delante, y cuando intentaba cambiar de hojas......¡qué desastre!....siempre se caía. Por esa razón, la colonia de los gusanos le llamaba el gusanito torpecillo.

A pesar de las burlas de sus compañeros, Nano mantenía siempre su buen humor. Y se divertía mucho con su torpeza. Pero un día, llegado el otoño, mientras Nano se daba un paseo por los alrededores, una gran nube cubrió rápidamente todo el cielo, y una gran tormenta se cayó. Nano, que no tuvo tiempo de llegar a su casa, intentó abrigarse en una hoja, pero de ella se resbaló y acabó cayéndose al suelo, haciéndose mucho daño. Se había roto una de sus patitas, y se había quedado cojo. Pobre gusanito... torpecillo y cojo.

Agarrado a una hoja, Nano empezó a llorar. Ya no podía jugar, ni irse de paseo, ni caminar... Pero, una noche, cuando Nano estaba casi dormido, una pequeña luz empezó a volar a su alrededor. Primero, pensó que sería una luciérnaga, pero la luz empezó a crecer y a crecer... y de repente, se transformó en un hada vestida de color verde. Nano, asustado, le preguntó: - Quién eres tú? Y le dijo la mujer: - Soy un hada y me llamo naturaleza. - ¿Y porque estás aquí?, preguntó Nano. - He venido para decirte que cuando llegue la primavera, ocurrirá un milagro que te hará sentir la criatura más feliz y libre del mundo. Explicó el hada. - Y ¿qué es un milagro?, continuó Nano. - Un milagro es algo ¡extraordinario, estupendo, magnífico!...... Explicó el hada y, enseguida desapareció.

El tiempo pasó y llegó el invierno. Pero Nano no ha dejado de pensar en lo que había dicho el hada. Ansioso por la llegada de la primavera, Nano contaba los días, y así se olvidaba de su problema.

Con el frío, todos los gusanos empezaron, con un hilillo de seda que salía de sus bocas, a tejer el hilo alrededor de su cuerpo hasta formar un capullo, o sea, una casita en la que estarían encerrados y abrigados del frío, durante parte del invierno. Al cabo del tiempo, había llegado la primavera. El bosque se vistió de verde, las plantas de flores, y finalmente ocurrió lo que el hada había prometido... ¡El gran milagro!

Después de haber estado dormido en su capullo durante todo el invierno, Nano se despertó. Con el calor que hacía, el capullo se derritió y Nano finalmente pudo conocer el milagro. El gusanito no sólo se dio cuenta de que caminaba bien, sino que también tenía unas alas multicolores que se movían y le hacían volar. Es que Nano había dejado de ser gusano y se había convertido en una mariposa feliz, y que ya no cojeaba.

 

 

 

 

Lunes, 8 noviembre 2010

La Súper Bruja (o La Bruja más Bruja)

La Bruja despertó de su sueño de varios siglos, se desperezó largamente y ya en pie se miró en el espejo y dijo: -¡Qué suerte! Estoy tan horrible como siempre. No, mejor aún. Estoy más fea que nunca. ¡Qué hermoso! ¡Cuántas arrugas y granos tengo en la cara! Soy fea, muy fea, tan fea que hasta yo misma me asusto al mirarme al espejo. ¡Magnífico! Sigo siendo, sin duda, la bruja que más aterroriza y, espero, la que más maldades comete por minuto. En esto, a decir verdad, no tengo competidoras. La bruja del cuento de Blancanieves al lado mío es un poroto. ¿Qué digo? Un microbio. Yo soy una Súper bruja: la bruja más bruja.

Y, colocándose en la cabeza el bonete de bruja, agregó: -¡Qué bueno! tengo ganas de hacer los peores hechizos, los más malignos. Voy a echar primero una mirada para ver cómo anda el mundo. La última vez que me dormí, los hombres se deleitaban quemando brujas en la hoguera. Quizás ahora haya mejorado nuestra situación laboral.

La Bruja salió con su escoba a recorrer el planeta y, de pronto, vio pasar un "jet", y exclamó: -Vaya ¡qué bien se alimentan los pájaros en este tiempo! ¡Cómo han crecido y qué hermosa armadura de metal llevan! Me gustaría hacer lo mismo con mi cuervo. Pero espero que después no haga, como éste, tanto ruido al volar.

Más adelante la Bruja divisó una ciudad y gritó: -¿Qué veo allí? No lo puedo creer. Una ciudad con casas que han crecido hasta las nubes. Y están todas juntas. Unas al lado de las otras. Y eso. ¿Qué es eso? parecen carruajes sin caballos y corren enloquecidos por las calles .Me parece que esta vez dormí unos cuantos siglos de más. Dormí mil años, por lo menos. ¡Qué sueñito largo tuve! ¿No?

La Bruja descendió a aquélla ciudad, se acercó a un transeúnte y le preguntó: -Dígame, señor, ¿Cómo es qué andan esos carruajes sin caballos? ¿Cuál es el hechizo? -Mire, señora, su disfraz es muy bueno, pero no tengo tiempo para perder con bromas. ¡Taxi! ¡Taxi!

La Bruja quedó atónita viendo al hombre correr tras uno de esos carruajes sin caballos, y se dijo: "¿Taxi? ¿Taxi? ¿Será una palabra mágica? Trataré de recordarla".

La Bruja comenzó a caminar y se encontró, de pronto, frente al escaparate de un negocio de artículos electrónicos. Le llamó poderosamente la atención un televisor encendido que estaba proyectando una película del Lejano Oeste. Vio la escena de un ataque de indios a una diligencia, y expresó: -Ah, no yo quiero saber cómo lograron meter a toda esa gente y a todos esos caballos dentro de esa cajita.

Entró al negocio y le manifestó al vendedor: -Señor, ¿cuál es el hechizo de esta cajita? -¿Hechizo? ¿Hechizo? No, no conozco esa marca. -Ah, usted tampoco me quiere responder. No se preocupe, yo lo voy a averiguar lo mismo.

La Bruja metió la mano dentro del aparato y, lógicamente, se produjo lo que se podía esperar: una terrible descarga eléctrica. La descarga le dejó carbonizados todos los cabellos y electrificados los ojos. Por lo cual, comenzó a lanzar chispas por ellos y a maldecir, y dirigiéndose al vendedor, dijo: -Me vengaré de lo que me han hecho. En usted descargaré primero mi ira.

Hizo un pase mágico con su varita y, al instante, el vendedor se quedó en calzoncillos y medias agujereadas. La Bruja salió del negocio echando humo, diciéndose: " Me vengaré de todos los que habitan en esta ciudad. Les haré una tremenda maldad. Van a llorar. Les envenenaré el agua". Cuando llegó al río vio las aguas y, sorprendida, se dijo:"Huy, no puede ser. Alguien se me adelantó e hizo el trabajo por mí. No importa. Envenenaré el aire, ya verán lo que es bueno". Olfateó el aire con su nariz curva (que tenía un grano más grande que un tomate) y se lamentó: "Pero no puede ser, alguien se me adelantó también en esto. ¡Qué fastidio! Ya sé. Envenenaré los mares, los peces, las nubes, el suelo, los animales, las plantas, los bosques, las selvas" . La Bruja se dio cuenta, de inmediato, de que algo extraño ocurría. Cada vez que iba a consumar uno de sus hechizos, comprobaba que alguien se le había adelantado para hacer su maldad.

Se rompía la cabeza preguntándose quién habría sido capaz de adivinar sus maléficos pensamientos. Hasta que, finalmente, alguien le explicó que las brujas quedaban pequeñas en esa época y que los hombres se habían convertido en los brujos más terribles: los brujos de la contaminación. Su brujería era la peor que podía imaginar cualquier bruja, porque ella conducía a la autodestrucción de la especie.

La Bruja riéndose con aire de victoria, aseveró: -Yo seré bruja, pero no tonta. Una bruja protege a otra bruja y a la hermandad de las brujas. Pero el hombre de este tiempo busca destruir a toda la humanidad. ¡Qué brujería más descabellada! Para mí el hombre de esta época no es más que un brujazo tonto, un archibrujo tonto, un príncipe de brujos retonto.

La Bruja se alejó con su escoba y volvió a su negra mirada para dormir otros siglos. Después de todo, eran mejores las pesadillas que ella soñaba que aquellas que los hombres vivían en ese tiempo.

 

 

 

 

Lunes, 26 julio 2010

La flor más bella es...

Se cuenta que allá por el año 250 a.C., en la China antigua, un príncipe de la región norte del país estaba por ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, él debía casarse.

Sabiendo esto, él decidió hacer una competencia entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta. Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío.

Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe. Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración y sin poder creerlo le preguntó:

- ¿Hija mía, que vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura.

Y la hija respondió:

- No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz.

Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones. Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío:

- Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será escogida por mí, esposa y futura emperatriz de China.

La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, sean: costumbres, amistades, relaciones, etc.

El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado. Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo.

Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado. Consciente de su esfuerzo y dedicación, la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos.

En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella.

Finalmente llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado. Aquella bella joven sería su futura esposa.

Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada.

Entonces, con calma el príncipe explicó:

- Esta fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: LA FLOR DE LA HONESTIDAD. Todas las semillas que entregué eran estériles.

 

 

 

 

Domingo, 23 mayo 2010

Tres Amigos Inseparables
(Escritora de cuentos infantiles de Perú. De En cuento)

Erase una vez tres inseparables amigos muy diferentes pero que a pesar de ello siempre estaban juntos en las buenas y en las malas.

Uno de ellos, blanco como la nieve, suave, delicado, ocurrente, solícito y amable con todos: el Sr. Algodón, aunque a veces un poco distraído y dormilón. No así su amiga, áspera, fuerte, emprendedora y trabajadora: la Sra. Madera y el tercer amigo, tostado, pequeño, muy extravagante y exquisito, por su aroma y sabor, aunque para llegar a ello muchas veces se amargaba sin razón: el Sr. Café.

Los tres se ayudaban mutuamente y compartían lindos momentos, la madera trabajadora mostraba con su ejemplo al algodón a ser menos dormilón; el café culto y perfeccionista en los pequeños detalles les mostraba a sus amigos como ser precisos, minuciosos y oportunos, por último el algodón con su paciencia y buen humor ayudaba a sus amigos a mantener la calma en los problemas, sobre todo cuando el café se ponía tan pero tan furioso, hasta al rojo vivo, y la madera tan pero tan áspera y dura como una piedra.

Sin embargo, en un día como hoy, donde todo parecía ir bien, de repente, al algodón se le ocurrió tomar el sol, y broncearse con sus rayos dorados.

Se decía:

- Vaya si que hace calor en el campo, ¡voy a ponerme bronceador y a lo mejor me pongo tostadito como el café, una siesta tomaré y luego vamos a ver que resultados obtendré!.

Y así fue, que el Sr. Algodón se echó a descansar, una, dos, tres, cuatro, cinco, seis laaaaargas horas desde el mediodía hasta el atardecer.

Cuando ya eran las seis de la tarde, el Sr. Sol como de costumbre se fue a jugar a las escondidas con el viento inquieto y bailarín, que a pesar de ser tan veloz nunca lo encuentra, no obstante en este juego, todo el campo junto al viento empieza a bailar y a mover el esqueleto: las hojas de los árboles, los pajaritos cantores, las nubes y el riachuelo.

Todos en movimiento están, menos el Sr. Algodón que aún dormido sin darse cuenta de lo sucedido, sueña que los rayos del sol lo vuelven tostadito como el café, el viento le susurraba en sus oídos levantándolo hasta las nubes del campo:

-Sigue soñando Sr. Algodón, hasta lo más alto -.

Cuando el Sr. Algodón despertó, pensó que se había convertido en una nube del hermoso cielo, pero cuando el viento dejó de soplar y todo llegó a su calma, cayó rápidamente desde lo más alto dándose volantines en el aire hasta el caudaloso río.

Muy asustado y todo mojado suplicando por su vida gritó con fuerza:

¡AUXILIO., SOCORRO, sáquenme de aquí no se nadar!.- mientras el río lo iba paseando sin rumbo fijo.

Sus amigos El Sr. Café y la Sra. Madera, que habían regresado de su jornada de trabajo, al no ver al Sr. Algodón, armaron una discusión, la Madera estaba muy áspera con el Café y él se encontraba muy amargo; al estar tan ofuscados se dieron cuenta que solo el Sr. Algodón, lograba mantener la calma en los problemas, así que la Sra. Madera fue en su búsqueda, mientras que el Sr. Café rojo de furia, esperó en el lugar hasta que se le pase la amargura.

El Algodón estaba hecho un manojo, a punto de hundirse en las aguas del riachuelo, cuando de pronto la Sra. Madera, escuchó sus gritos de auxilio, se lanzó al agua, y nadó hasta llegar donde él estaba. Lo colocó encima de su lomo, y algodón temblando de susto y frío, le dijo:

- GRRAACCCIASSS AMIIIIGGGAAAA, si no fuera por TIIII ya estaría hundido.

Madera áspera respondió:

- Eso te pasa seguro por dormilón y ocurrente, pero vamos ya pasó, hemos estado muy preocupados por ti, Café esta esperando impaciente.

Algodón, fue escurriendo su blanca y esponjosa tez, mientras que madera lo iba cargando en su lomo hasta el medio del Bosque donde el Sr. Café más calmado dejaba entrever su fino aroma y exclamando decía:

- ¡Hay amigo porque te has perdido, estuve rojo de furia por qué no aparecías!

- ¡Lo siento mucho amigos, yo solo quería broncearme un poquito y estar algo tostadito como Tu Cafecito, pero no funcionó mi experimento, a pesar de estar horas y horas tomando sol. – dijo algodón.

-Ay Algodón pero como se te ocurre semejante idea, ¡tú eres blanco y blanco serás!- dijo áspera la madera.

-Lo sé, lo sé, – dijo avergonzado Algodón.

-No tienes nada que cambiar, te queremos tal como estás – le dijo café.

Y madera añadió:

-Somos diferentes y eso nos mantiene unidos en todo momento.

-Si tienen razón -dijo Algodón. Ustedes saben lo mucho que vale nuestra amistad, que estaremos siempre juntos, aún a pesar de los problemas.

Fue tan emotivo el encuentro que la Sra. Madera empezó a lagrimear y crujir de emoción, el pequeño Café dejó caer su suave aceite y deleitó con su inigualable fragancia. Y los tres el Sr. Algodón, la Sra. Madera y el Sr. Café más amigos que nunca se abrazaron fuertemente y compartieron un grato momento juntos.

 

 

 

 

 

Viernes, 18 diciembre 2009

El angelito rebelde
Yara Yessenia Peréz Goméz

Hace mucho tiempo cuando todo en la tierra no tenía un orden DIOS mandó a llamar a sus ángeles y a cada uno de ellos le dio una tarea: tu rayas el alba, tu mantienes el aire y tu vigilarás las noches, tu cuentas las estrellas todos los días y así sucesivamente le fue dando a cada uno su tarea pero había entre ellos un angelito que era muy travieso e irresponsable al que Dios no le había dado algo para hacer, pero no porque se hubiese olvidado sino porque tenía un trabajo especial para él.

Entonces el angelito fue ante su presencia y le dijo -¿Señor te has olvidado de mí y yo porque no tengo un deber? El señor lo quedo viendo y entonces le dijo - ah es que para ti tengo una tarea muy especial que solo lo pueden hacer los ángeles responsables y en los que confío y pensé en ti porque creo que tu puedes y sé que no me fallarás. El angelito se quedó maravillado, el señor no se había olvidado de él y tendría una tarea más especial que la de los otros ángeles -¡cual es señor!- preguntó con mucho interés.

El señor, le explico que bajaría a la tierra y a todos los niños del mundo pobre, rico, y de la raza o el color que fuera le llevaría un juguete. Pero solo tendría un día para hacerlo y debía llegar al cielo antes de que el ángel de la mañana rallara el alba y antes de que la última estrella se metiera porque de no ser así sería castigado. El angelito muy emocionado tomó el saco de juguetes y bajó a la tierra y empezó a repartir uno por uno los juguetes a los niños pobres, a los que estaban tirados en la calle, a los ricos que tenían muchos juguetes. Fue por cada rincón de la tierra hasta que vio que todos los niños del mundo tenían su juguete y pensó: -el señor estará muy orgulloso de mí, he terminado a tiempo y todos tienen sus juguetes, no creo que se enoje si veo que es lo que hacen los humanos, total faltan un par de horas para que amanezca. Y el angelito se fue y anduvo espiando a los humanos y metiéndose en sus problemas, tratando de solucionarlos y así se pasó el tiempo cuando solo le quedaba como media hora decidía volver al cielo, iba de camino a casa cuando de repente miró a la tierra y a lo lejos vio aun niño muy pero muy pobrecito, la noche era cruelmente fría y la inocente criaturita estaba bajo una casita de palitos como pared y el techo de palmera, dormía sobre un pedazo de cartón y se tapaba con unas poquitas hojas de periódicos. Al verlo, el angelito quedó muy conmovido pero más se impresionó, cuando vio que no tenía ningún juguete a su lado inmediatamente empezó a buscar uno dentro de su saco de regalos pero para su sorpresa todos los juguetes ya los había repartido, el angelito estaba en serios problemas no tenía un regalo para el niño más pobre del mundo, las estrellas se estaban metiendo y pronto amanecería no sabía qué hacer y pensó -si me voy pues nada va a cambiara total no se lo diré al señor así que no me castigaría, pero cuando había tomado la decisión de irse miró a la tierra y sin saber que hacer, apunto ya casi de amanecer cuando las estrellas ya estaban ocultas vio a una de ellas y fue rápidamente al cielo, la tomó y la bajo a la tierra; la llevó hasta donde estaba aquel niño y se la puso de techo. Cuando el niño abrió los ojos, frente a él estaba el más grande regalo; él podía ver y tocar una estrella, era lo más maravilloso que le estaba pasando después el angelito lo dejo dormir y cuando el ángel del cielo contó sus estrellas, noto que una le hacía falta pero ya era tarde para buscarla pues ya casi había amanecido. El angelito mientras tanto subió al cielo lo más deprisa que pudo con la estrella pero cuando la coloco era demasiado tarde ya estaba rallado el alba no podía hacer nada entonces ese día la última estrella en ocultarse fue la del angelito travieso.

Cuando llegó al cielo, el señor lo mandó a buscar y le preguntó- ¿cómo te ah ido en la tierra? ¿Qué tal te fue con los niños? - El angelito sabiendo lo que había hecho, le contó al señor todo lo ocurrido y le suplicó que lo perdonara, pues él no podía dejar a un niño tan pobre y solito sin un regalo a pesar de ser tan travieso no tenia mal corazón, el señor le dijo: - lo que has hecho, se que lo has hecho de corazón y por eso te perdono pero hay un pequeño problema, la estrella que tomaste fue la última en ocultarse y tú te harás responsable de eso. Todos los días saldrás con ella y te meterás hasta lo último con ella y así cuidaras y le darás calor a todos los niños desamparados del mundo, esa es la tarea que tú te pusiste te dijo el señor también te dije te acuerdas que solo los ángeles mas capases y especiales lo podrían lograr.

Desde entonces puedes ver que a las seis de la mañana cuando ya casi amanece y cuando todas las estrellas se ocultaron siempre hay un hermoso lucero más brillante que todos que se queda a lo último y después se mete.
Sin duda alguna, es el angelito que está cuidando de todos los niños pobres y desamparados de la tierra y se queda hasta la mañana como diciendo que desobedecer no es bueno.

 

 

 

 

 

Viernes, 4 diciembre 2009

El Soldadito de Plomo
Hans Christian Andersen

Erase una vez un niño que tenía muchísimos juguetes. Los guardaba todos en su habitación y, durante el día, pasaba horas y horas felices jugando con ellos.

Uno de sus juegos preferidos era el de hacer la guerra con sus soldaditos de plomo. Los ponía enfrente unos de otros, y daba comienzo a la batalla. Cuando se los regalaron, se dio cuenta de que a uno de ellos le faltaba una pierna a causa de un defecto de fundición. No obstante, mientras jugaba, colocaba siempre al soldado mutilado en primera línea, delante de todos, incitándole a ser el más aguerrido. Pero el niño no sabía que sus juguetes durante la noche cobraban vida y hablaban entre ellos, y a veces, al colocar ordenadamente a los soldados, metía por descuido el soldadito mutilado entre los otros juguetes.

Y así fue como un día el soldadito pudo conocer a una gentil bailarina, también de plomo. Entre los dos se estableció una corriente de simpatía y, poco a poco, casi sin darse cuenta, el soldadito se enamoró de ella. Las noches se sucedían deprisa, una tras otra, y el soldadito enamorado no encontraba nunca el momento oportuno para declararle su amor. Cuando el niño lo dejaba en medio de los otros soldados durante una batalla, anhelaba que la bailarina se diera cuenta de su valor por la noche, cuando ella le decía si había pasado miedo, él le respondía con vehemencia que no.

Pero las miradas insistentes y los suspiros del soldadito no pasaron inadvertidos por el diablejo que estaba encerrado en una caja de sorpresas. Cada vez que, por arte de magia, la caja se abría a medianoche, un dedo amonestante señalaba al pobre soldadito.

Finalmente, una noche, el diablo estalló.

-¡Eh, tú!, ¡Deja de mirar a la bailarina!

El pobre soldadito se ruborizó, pero la bailarina, muy gentil, lo consoló:

-No le hagas caso, es un envidioso. Yo estoy muy contenta de hablar contigo.

Y lo dijo ruborizándose.

¡Pobres estatuillas de plomo, tan tímidas, que no se atrevían a confesarse su mutuo amor! Pero un día fueron separados, cuando el niño colocó al soldadito en el alféizar de una ventana.

-¡Quédate aquí y vigila que no entre ningún enemigo, porque aunque seas cojo bien puedes hacer de centinela!-

El niño colocó luego a los demás soldaditos encima de una mesa para jugar.

Pasaban los días y el soldadito de plomo no era relevado de su puesto de guardia.

Una tarde estalló de improviso una tormenta, y un fuerte viento sacudió la ventana, golpeando la figurita de plomo que se precipitó en el vacío. Al caer desde el alféizar con la cabeza hacia abajo, la bayoneta del fusil se clavó en el suelo. El viento y la lluvia persistían. ¡Una borrasca de verdad! El agua, que caía a cántaros, pronto formó amplios charcos y pequeños riachuelos que se escapaban por las alcantarillas. Una nube de muchachos aguardaba a que la lluvia amainara, cobijados en la puerta de una escuela cercana.

Cuando la lluvia cesó, se lanzaron corriendo en dirección a sus casas, evitando meter los pies en los charcos más grandes. Dos muchachos se refugiaron de las últimas gotas que se escurrían de los tejados, caminando muy pegados a las paredes de los edificios.

Fue así como vieron al soldadito de plomo clavado en tierra, chorreando agua.

-¡Qué lástima que tenga una sola pierna! Si no, me lo hubiera llevado a casa -dijo uno.

-Cojámoslo igualmente, para algo servirá -dijo el otro, y se lo metió en un bolsillo.

Al otro lado de la calle descendía un riachuelo, el cual transportaba una barquita de papel que llegó hasta allí no se sabe cómo.

-¡Pongámoslo encima y parecerá marinero!- dijo el pequeño que lo había recogido.

Así fue como el soldadito de plomo se convirtió en un navegante. El agua vertiginosa del riachuelo era engullida por la alcantarilla que se tragó también a la barquita. En el canal subterráneo el nivel de las aguas turbias era alto.

Enormes ratas, cuyos dientes rechinaban, vieron como pasaba por delante de ellas el insólito marinero encima de la barquita zozobrante. ¡Pero hacía falta más que unas míseras ratas para asustarlo, a él que había afrontado tantos y tantos peligros en sus batallas!

La alcantarilla desembocaba en el río, y hasta él llegó la barquita que al final zozobró sin remedio empujada por remolinos turbulentos.

Después del naufragio, el soldadito de plomo creyó que su fin estaba próximo al hundirse en las profundidades del agua. Miles de pensamientos cruzaron entonces por su mente, pero sobre todo, había uno que le angustiaba más que ningún otro: era el de no volver a ver jamás a su bailarina...

De pronto, una boca inmensa se lo tragó para cambiar su destino. El soldadito se encontró en el oscuro estómago de un enorme pez, que se abalanzó vorazmente sobre él atraído por los brillantes colores de su uniforme.

Sin embargo, el pez no tuvo tiempo de indigestarse con tan pesada comida, ya que quedó prendido al poco rato en la red que un pescador había tendido en el río.

Poco después acabó agonizando en una cesta de la compra junto con otros peces tan desafortunados como él. Resulta que la cocinera de la casa en la cual había estado el soldadito, se acercó al mercado para comprar pescado.

-Este ejemplar parece apropiado para los invitados de esta noche -dijo la mujer contemplando el pescado expuesto encima de un mostrador.

El pez acabó en la cocina y, cuando la cocinera la abrió para limpiarlo, se encontró sorprendida con el soldadito en sus manos.

-¡Pero si es uno de los soldaditos de...! -gritó, y fue en busca del niño para contarle dónde y cómo había encontrado a su soldadito de plomo al que le faltaba una pierna.

-¡Sí, es el mío! -exclamó jubiloso el niño al reconocer al soldadito mutilado que había perdido.

-¡Quién sabe cómo llegó hasta la barriga de este pez! ¡Pobrecito, cuantas aventuras habrá pasado desde que cayó de la ventana!- Y lo colocó en la repisa de la chimenea donde su hermanita había colocado a la bailarina.

Un milagro había reunido de nuevo a los dos enamorados. Felices de estar otra vez juntos, durante la noche se contaban lo que había sucedido desde su separación.

Pero el destino les reservaba otra malévola sorpresa: un vendaval levantó la cortina de la ventana y, golpeando a la bailarina, la hizo caer en el hogar.

El soldadito de plomo, asustado, vio como su compañera caía. Sabía que el fuego estaba encendido porque notaba su calor. Desesperado, se sentía impotente para salvarla.

¡Qué gran enemigo es el fuego que puede fundir a unas estatuillas de plomo como nosotros! Balanceándose con su única pierna, trató de mover el pedestal que lo sostenía. Tras ímprobos esfuerzos, por fin también cayó al fuego. Unidos esta vez por la desgracia, volvieron a estar cerca el uno del otro, tan cerca que el plomo de sus pequeñas peanas, lamido por las llamas, empezó a fundirse.

El plomo de la peana de uno se mezcló con el del otro, y el metal adquirió sorprendentemente la forma de corazón.

A punto estaban sus cuerpecitos de fundirse, cuando acertó a pasar por allí el niño. Al ver a las dos estatuillas entre las llamas, las empujó con el pie lejos del fuego. Desde entonces, el soldadito y la bailarina estuvieron siempre juntos, tal y como el destino los había unido: sobre una sola peana en forma de corazón.

Me gusta esto cuentito del Soldado de Plomo aun que tenga un final un poco triste, yo no creo que el Soldadito y la bailarina se quemaron en el fuego, solo se transformaron y ahora viven juntos felices y alegre en algún lugar.

 

 

 

 

 

 

 

Martes, 7 julio 2009

Los Musicos de Bremen
Clásico infantil original de los Hermanos Grimm

Un burro trabajaba en una granja cargando sacos de trigo; cuando se hizo viejo y cansado, su amo decidió llevarlo al matadero, pero el asno descubrió los planes y escapó pensando ir a la ciudad de Bremen para hacerse músico de la banda municipal.
En el trayecto encontró un perro tumbado a orillas del camino. El burro le preguntó: ¿por qué está con fatiga y con la lengua afuera? El can le contestó: soy viejo, no puedo cuidar el ganado como antes y mi amo quiere matarme. El burro lo invitó para ir a Bremen y le dijo: Allí nos haremos músicos de la banda municipal. Yo tocaré la guitarra y tú el tambor.
Más tarde se encontraron con un gato en desgracia. Por estar viejo cazaba pocos ratones; la dueña pretendía ahogarlo.
Rumbo a Bremen el burro, el perro y el gato pasaron cerca de una granja y oyeron a un gallo que chillaba en forma destemplada. Preguntado por esa forma de cantar el ave les dijo: ¡Qué injusticia! Toda la vida he trabajado de despertador y ahora que soy viejo, mañana piensan desplumarme y echarme a la sopa.
El burro le dijo: ¿No tienes cerebro debajo de la cresta? Vente con nosotros a Bremen. Vamos a ser músicos de la banda municipal y tú serás el cantante.
Los cuatro se marcharon, pero como ya se hacía la noche, decidieron dormir en un bosque bajo la protección de un árbol. El gato desde lo alto del árbol divisó una lucecita. Pensaron que era una casa y decidieron ir a observar. En la noche se echaron todos a andar atraídos por la luz. El burro miró por la ventana y vio un grupo de bandidos sentados alrededor de una mesa dispuestos a darse un banquete. El burro apoyó las patas delanteras sobre la ventana; el perro se puso encima del asno; el gato se encaramó sobre el perro y el gallo sobre la cabeza del gato.
A una señal del líder, todos comenzaron la música: el burro rebuznaba, el perro ladraba, el gato maullaba, y el gallo cantaba. Todos se echaron sobre la ventana a un mismo momento y el cristal se rompió en mil pedazos con estruendoso ruido.
Los bandidos, asustados, gritando que la casa estaba embrujada, huyeron aterrorizados corriendo por el bosque. Entonces, los cuatro músicos de Bremen se sentaron en torno a la mesa y se dieron opípara cena. Luego apagaron la luz y se acostaron.
Tranquilizados los bandidos, el jefe, envió a uno de ellos hasta la casa para espiar.
El bandido entró sigiloso, vio brillar los ojos del gato, pensó que era fuego y quiso encender una vela pero el felino se lanzó sobre él y le arañó la cara, en su corrida tropezó con el perro y éste le mordió una pierna, el burro le atizó una coz tremenda y al escapar oyó cantar al gallo con mucha vehemencia.
Cuando el ladrón volvió con sus compañeros les informó de los serios infortunios provocados por la bruja que lo castigó en todo sentido. Los bandidos para siempre huyeron de miedo.
Desde entonces, los músicos de Bremen tienen una casa de paz donde poder vivir sus últimos años sin sobresaltos ni temor.

Un cuento lleno de optimismo, por presentarnos el triunfo de la solidaridad, unido a un ardid inteligente para defenderse y conseguir la felicidad en el tiempo.